Hablar de tener ansiedad es como hablar de tener depresión, es algo abstracto, general e impreciso.
Seguramente has oído hablar de los síntomas de ansiedad, ya que es algo que está a la orden del día: taquicardias, mareos, sudoración, miedo a volverse loco… pero estos síntomas pertenecen a lo que los psicólogos llamamos “ataque de pánico o trastorno de pánico”. Pero… ¿de qué hablamos cuando hablamos de ansiedad?
¿Crees que puedes estar experimentando ansiedad pero no te identificas del todo con estos síntomas?
Quédate leyendo nuestro artículo porque quizás no estés tan equivocada como pensabas.
Cuando se habla de ansiedad en los medios de comunicación se trata como si fuera un todo o una única cosa. Sin embargo, la ansiedad no es solo un trastorno sino que es un grupo de trastornos dentro del cual podemos encontrar 5 tipos diferentes:
- Trastorno de pánico
Es el más conocido por todos.
Para que una persona tenga este trastorno, además de cumplir los síntomas de un ataque de pánico tiene que presentar una gran preocupación por esos ataques o una interferencia muy notable en su vida diaria.
¿Y cuáles son los síntomas de un ataque de ansiedad? Entre ellos podemos encontrar todos los siguientes: palpitaciones o taquicardias, sudoración, temblor o sacudidas, dificultad para respirar, sensación de asfixia, dolor en el pecho, náuseas, mareos o sensación de desmayo, escalofríos, sensación de hormigueo, desrealización o despersonalización (sensación de estar fuera de nuestro cuerpo o de la realidad), miedo a perder el control o volverse loco, miedo a morir.
No tienes que experimentar todos estos síntomas a la vez, basta con que aparezcan unos cuantos. El más frecuente suelen ser las taquicardias.
La mayor parte de la población ha experimentado alguna vez un ataque de ansiedad, la diferencia está en que las personas que conviven con este problema tienen ataques con más frecuencia y para ellos supone una gran angustia, tanto que ven afectada su vida diaria.
- Agorafobia
A diferencia de lo que se cree, la agorafobia no es el miedo a los espacios cerrados.
Se define como el miedo a estar en una situación en la que uno no podría escapar o en el caso de que ocurriera un ataque de pánico no se pudiera recibir ayuda.
Hay que tener temor a dos o más de las situaciones típicamente agorafóbicas: estar en el transporte público, en espacios abiertos, en espacios cerrados, hacer cola, estar en medio de una multitud o estar fuera de casa solo.
La agorafobia se considera el trastorno de ansiedad más incapacitante puesto que la persona puede llegar a quedarse encerrada en casa y aislarse por completo.
- Fobia específica
¿Miedo a las arañas? ¿Miedo a volar? ¿Recuerdas ese miedo a los fuegos artificiales cuando eras pequeño?
La fobia específica es un miedo irracional a un objeto o situación específica que no supone un peligro real para la persona. Suelen tener un carácter muy evolutivo, por eso tenemos fobia a objetos o situaciones que podrían suponer un potencial peligro para la vida o que lo fueron para nuestros ancestros.
Para considerarse una fobia tiene que suponer una interferencia importante en la vida de la persona. Por ejemplo, si eres azafato y tienes fobia a volar necesitarás superar el problema para poder acudir al trabajo, pero si no te gusta viajar y además tienes problemas cardíacos que te impiden coger un avión, a no ser que quieras, tampoco habría que darle más importancia.
Se puede tener miedo a una gran variedad de objetos o situaciones, incluso a cosas que a priori, pueden no parecer un problema: alturas, animales, al agua, a los ruidos fuertes como petardos o globos, a montarse en metro…
En la infancia aparecen miedos relacionados con la edad. Todos hemos pasado por ese miedo a la oscuridad, miedo a que hubiera un monstruo debajo de nuestra cama o miedo a que le ocurriera algo malo a nuestros padres.
Estos miedos son normales y no hay que confundirlos con una fobia, a no ser que el miedo no desaparezca con el tiempo y esté suponiendo un problema en vuestra vida, como por ejemplo, que tu hijo no pueda irse a dormir a casa de un amigo o que cuando lo intenta tengáis que ir a buscarle por la noche.
- Fobia social
Si eres de esos a los que cuando le toca hablar en público se paraliza, le sudan las manos y tiembla, de los que le da vergüenza comer en delante de otras personas o sientes que te cuesta relacionarte con otros por el miedo a que te juzguen o evalúen, quizás tengas algunos síntomas de fobia social.
Si tu vida social se está viendo afectada por algún miedo parecido, no lo confundas con timidez. Ser tímido es una característica de la persona y suele mejorar con el paso de los años. La fobia social suele empeorar si no se trata y la persona puede llegar a aislarse de su entorno, haciendo cada vez su círculo más reducido.
Tampoco lo confundas con introversión. Una persona introvertida disfruta mucho pasando tiempo a solas (leyendo, paseando…), mientras que una persona con fobia social le gustaría salir más y poder tener más vida social. ¡Ojo! No significa que no disfrutes tu tiempo a solas, solo que deberías pensar en cuánto tiempo del que pasas solo es porque realmente quieres o porque el miedo a relacionarte hace que te quedes en casa.
Si aún así no sabes si puedes tener fobia social, intenta responderte a estas preguntas:
¿Me gustaría tener más amigos pero me da vergüenza relacionarme?, ¿Me aíslo por miedo a lo que los demás puedan pensar de mí?, antes de acudir a un evento ¿Pienso en los posibles escenarios que pueden ocurrir y pienso cómo actuaría una y otra vez?
- Ansiedad generalizada
Problemas de sueño, tensión muscular, irritabilidad, fatiga y dificultad para concentrarse… Estos síntomas pueden estar indicándote que tu cuerpo está constantemente en estado de alarma.
En la ansiedad generalizada la persona vive constantemente preocupada por todo (trabajo, dinero, salud, el futuro…) incluso por cosas por las que no hay motivo para preocuparse, piensan que todo saldrá mal o que algo malo va a suceder.
Sienten la imperiosa necesidad de controlarlo todo y anticiparse ante cualquier posible dificultad con el objetivo de evitar que nada malo pueda suceder, de forma que nunca disfrutan del presente, porque siempre están pensando en lo que hay que hacer en el futuro.
En los niños también es posible que aparezca este problema, aunque es más difícil de identificar puesto que no son capaces de expresar estas preocupaciones como lo hacemos los adultos.
Si ves que tu hija o hijo tiene alguno de los síntomas descritos y, tras hacerle un chequeo médico no hay ninguna causa física, puede que sea hora de pedir cita al psicólogo.
Y se aplica lo mismo a los adultos. Los síntomas de ansiedad están asociados a causas físicas como los problemas de tiroides, por lo que primero, al igual que en los niños, sería recomendable hacerse un chequeo médico y comprobar que todo está en orden.
¿Ahora ya sabes de qué hablamos cuando hablamos de ansiedad? Espero que si.
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